No han pasado veinticuatro horas del cierre de los colegios electorales. Los ganadores en las urnas, se frotan las manos; los perdedores en las urnas, se lamen las heridas; los "acampados" de #democraciarealya, siguen acumulando un cansancio que se me empieza a antojar vano. El parado sigue parado, el IPC sigue anclado en el 4%, y los "mercados" siguen castigando con dureza el empecinamiento de un gobernante noqueado que no sabe, ni como soltar amarras, ni que rumbo tomar.
¿Acaso, el mas que probable cambio de gobierno en los próximos 10 meses, va a instaurar confianza en la sociedad para tomar el impulso necesario y comenzar a caminar?. Personalmente, creo que no; la asfixiante tarea que aguarda al relevo es tan inmensa que no está al alcance de ninguno de los actuales ni potenciales dirigentes.
De cualquier manera, creo que, solo con la unidad en el esfuerzo, podríamos haber puesto en marcha los mecanismos necesarios para una correcta recuperación; con fe en el sistema y buscando los puntos de interés común a todos los ciudadanos. Pero después de ayer, esa posibilidad, ha quedado definitivamente desvaratada. Y es que la fuerza parlamentaria (y económica) que, democraticamente, les hemos concedido quienes no la necesitan (porque ya tienen la fuerza de las armas), acabará por pasarnos una tremenda factura social y política.
Tiempo al tiempo
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